El surf es un deporte que tiene un magnetismo especial. La conexión con la naturaleza es un elemento que dota a esta disciplina de un halo casi místico. Quien más, quien menos, ha fantaseado alguna vez que domaba las olas de una paradisíaca playa sin mayor compañía que la de sí mismo y su tabla.
Hay dos noticias al respecto de esta imagen mental: una buena y otra mala. Primero, la mala. El surf es un deporte en el que iniciarse es tremendamente duro. Aunque uno sea deportista, tiene una altísima exigencia a nivel físico. Los músculos que se ejercitan, prácticamente todos los del cuerpo, no están siempre acostumbrados a este tipo de actividad. Las molestas agujetas están sobradamente aseguradas. Además, la habilidad y el equilibrio tienen un peso fundamental, lo que combinado con todo lo anterior, hace al surf un deporte difícil de aprender.
Ahora, la buena noticia. Desde el primer minuto del primer día, ¡es tan divertido y emocionante como parece! Y puede que haya a quien le cueste más y a quien le cueste menos, pero la sensación de ponerse en pie sobre la tabla por primera vez, aunque sea en una ola de dos palmos de altura, es igual de intensa que la de la playa paradisíaca.
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