“El
waterpolo gana mucho en directo. Todos los que se acercan a vernos, repiten.”
Andrea Blas nació en
Zaragoza hace algo más de veinte años, pero la estrella que llevaba dentro
empezó a brillar hace trece, cuando se lanzó por primera vez a una piscina para
jugar a waterpolo. Desde entonces, nada ni nadie ha conseguido frenar su
potente mano, que sigue emergiendo por encima de todo cuanto le rodea para
perforar la meta contraria. Y lo hace desde una posición reservada para los más
valientes, la de boya, en la que las disputas y los golpes están a la orden del
día.
Tenaz, decidida y constante.
Tres adjetivos que definen a la perfección el carácter de los campeones y que
forman parte del ADN de Andrea. Sin embargo, la diferencia entre los
deportistas que levantan pasiones y los que no lo hacen es la humildad. Y en
esto, la dueña del brazo más rápido de cualquier piscina anda sobrada. Sólo así
se explica la naturalidad y sencillez con la que atendió nuestras preguntas con
una medalla olímpica colgada del cuello.
El
waterpolo no es uno de los deportes más populares en España. ¿Cuándo y cómo empezaste
a jugar?
Empecé a nadar con apenas
tres años, cuando mi madre me llevó por primera vez a un cursillo de natación.
Al cumplir los seis, me trasladé a la piscina del Parque de Bomberos de
Zaragoza y seguí nadando allí. El problema era que cuando yo terminaba me
tocaba esperar a mi hermano a que acabara su entrenamiento de waterpolo. Por
eso, decidí que para no estar esperando en la grada yo también quería hacer
waterpolo.